miércoles, 12 de agosto de 2009

Bendito el Día que Acepte.



Seis años de noviazgo, seis años de matrimonio. El hombre más bueno del mundo: sus amigos lo quieren, su mama lo ama y él a ella. Su familia nos disfruta mucho a él y a mí. Inteligente, ambicioso en un nivel perfecto, consentidor, respetuoso, desprendido económicamente y siempre cuidándome (por lo menos en ese momento así lo veía). La química no era la óptima, pero yo me sentía muy afortunada de tenerlo.



Al 3er años de estar casados; a pesar de que mi galante caballero me llevó a conocer el mundo (mi sueño desde muy niña), me sacó de una familia disfuncional, llena de problemas emocionales y económicos, me encontraba en la peor depresión. Llena de miedos e inseguridades que jamás me habían caracterizado, resultando en amargura y enojo.


Pero, que sucedía? Mi esposo era un sueño dorado, mi vida era tranquila y segura. Entonces porque ese espantoso deseo de morir??? Busqué la repuesta en mi pasado. Claro, era todo lo que había vivido, no había forma de que el problema estuviera dentro del matrimonio.


Hasta que un buen día… en la hermosa de bahía de Acapulco, después que se negó a estar un rato más conmigo a solas en las disco bailando (algo que me hace muy feliz y él lo sabía), invadida una vez más con el sentimiento de que exigente soy, pasó por mi cerebro lo que yo llamo un rayo de luz dorada.


Ese pensamiento me decía: “SI, acéptalo, el problema es tu matrimonio. Mereces que te aprecien como persona y como mujer. Él lo sabe, al mismo tiempo que sabe que lo más anhelabas era seguridad y te la da disfrazada de objetos que definitivamente no te satisfacen, porque sabes que mereces más.”


Ese día de iluminación fue el primer día del resto de mi vida. El comienzo de mi camino a la felicidad, el principio de mi despertar espiritual, la primera piedra en la construcción de mi fortaleza.


Bendito el día que acepté.



Publicado por: Franscheska.

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